Pero no lo es.
Creemos que una inadecuada educación vial está comenzando desde la primera infancia con el ejemplo errático que los niños observan en adultos tanto en peatones como en conductores de vehículos.
Peatones cruzan la calle por sitios incorrectos, sin tener en cuenta la señal lumínica, corriendo, conversando o mirando la luna.
Conductores cierran el paso, elevan peligrosamente la velocidad, cruzan en rojo, conducen discutiendo, alcoholizados, dormidos o hablando por celular. Hay para peor: toman el volante como chiche y lo entregan a niños pequeños mientras conducen el auto o “juegan” a ver quién llega primero, con otro auto.
Atención! Un accidente de tránsito trae múltiples perjuicios: se juega la vida, salud e integridad de peatones y sus familias, de conductores y sus familias y/o pasajeros, los que sufren traumatismos físicos y psicológicos, cuando no pierden súbitamente la vida. Colateralmente los accidentes traen daños materiales y económicos, demoras, y sus consecuencias, shock en los que los presencian y tristeza en los que ven o escuchan en noticieros que hay gente atrapada dentro de un auto, mutilada o familias diezmadas por accidentes automovilísticos.
Así, el niño va aprendiendo de a poco, cotidianamente, y se va preparando para ser testigo o parte del choque nuestro de cada día.